Excursión al zoológico.
Mario
era el niño más valiente que había conocido en toda la escuela primaria. Constantemente,
los otros niños le retaban a hacer toda clase de travesuras estúpidas y
peligrosas que con mucho gusto el aceptaba casi siempre a cambio de nada. Le
gustaba regodearse de sus victorias y la
atención que recibía después de ellas.
Todos
eran capaces de recordar la vez que atravesó la avenida en su patineta,
segundos antes que el semáforo cambiara a verde en plena hora pico; o la vez
que entró corriendo a la iglesia sin pantalones en plena misa. Pero sin duda,
la más memorable de todas sus jugarretas fue cuando agarró un candado del
taller de su padre y lo puso en la puerta del colegio antes de que este abriera.
No vimos clases durante dos días seguidos.
Por
supuesto, la mayoría de las veces era descubierto por su padre y tenía que
pagar las consecuencias de sus actos, pero esto nunca le importó mucho a Mario,
siempre y cuando los otros niños le glorificaran su estupidez o le dejaran de
vez en cuando algunos caramelos o monedas sobrantes de la merienda.
Pero
a pesar de que era fácil para todos recordar estos hechos, nunca causaron un
impacto trascendental en la forma en que vivíamos a esa edad. Cada gloria de
Mario representaba solo un pequeño momento efímero como la de cualquier otra
diversión infantil. Por alguna razón, Mario no podía entender por qué su gloria
siempre solía desvanecerse con tanta facilidad. Quizás se esforzaba demasiado y
todos nos dábamos cuenta de eso, pero ninguno se sintió en la obligación de
decirle que tenía que detenerse en algún momento.
Lamentablemente,
ninguno de nosotros cayó en cuenta de lo importante que era para Mario decirle
que sus acciones debían tener un límite antes de que fuera la seguridad de su
propia vida la que peligrara, y no su trasero después de una de las tundas de
su padre.
Pero
como dice el dicho “a lo hecho, pecho”, ya que la intención de este escrito no
es la de lamentarme, si no, la de mantener intacta en mi memoria de la forma
más fiel posible el acontecimiento que ocurrió el 15 Julio de 19**, con la
esperanza de que esto sirva de lección o recordatorio a mis hijos o los hijos
de estos.