El
Mural de los Payasos.
-No creo que esto sea una buena idea, Marcos- Fue lo
primero que le dije en cuanto vi que estaba a punto de rociar la pintura en
aquel extraño mural.
Era más de la medianoche, como siempre, desde que
empezamos a salir de nuestras casas a aquellas horas tan frecuentes solo para
dedicarnos a graffitear. Aquella costumbre me absorbió durante mis primeros
años de instituto, me cuesta explicar la razón de esto, quizás era la
adrenalina que sentía al escaparme de casa junto con el miedo de ser
descubierto, tal vez fue un simple amor natural al arte callejero o era el ego
impulsado que recorría mi ser cada vez que veía un muro con una de mis obras,
nunca fui capaz de contener aquella risita nerviosa que me invadía cada vez que
esto pasaba.
Por mas infantil e inmaduro que resultara este
pasatiempo no me importo en lo mas minino, ni a mí ni a Marcos nos importaba
realmente lo que pudiera ocurrirnos. Para nosotros era un pequeño pedazo de
libertad dentro de nuestras insignificantes vidas adolescentes que podíamos
conseguir fácilmente, era una vía de escape perfecta contra padres y maestros,
casi siempre infalible. Nos habíamos vuelto tan buenos en el hábito que
terminamos quedándonos sin zonas blancas para arruinar.
Excepto,
claro, por aquel muro del que Marcos me había estado hablando las últimas
semanas, era un mural bastante grande que casi siempre evitaba frecuentar al
pasar por la calle, era uno que al parecer alguien mas había graffiteado, y no
pudo haber sido cualquiera, tuvo que haber sido alguien realmente bueno, ya que
la pintura era excepcionalmente realista y a la vez aterradora. Era un colorido
retrato que te mostraba una diversa cantidad
de caras de payaso, cada una al lado de la otra y todas expresaban sentimientos
diferentes, algunos eran de tragedia y otros de malicia, pero sin importar cuáles
fueran, lo cierto es que todas ellas tenían la capacidad extraordinaria de
despertar escalofríos muy escondidos dentro de mí.
Me reconfortaba el saber que no era el único al que
le producía esta sensación, tanto a mi novia, como mi madre e incluso a mi
padre les escuche referirse a él por términos como “abominable, espeluznante y
repulsivo” nunca se les agoto la habilidad para encontrar los adjetivos que describieran
aquella cosa. Pero Marcos parecía ser inmune a los efectos de la pintura.
En realidad, me había fijado que Marcos estaba empezando
a inquietarse bastante, ahora que no tenía un lugar donde pudiera graffitear, y
este sitio parecía ser una solución desesperada a sus problemas, nosotros
siempre respetábamos la obra de otras personas, nunca nos atrevimos a poner
nuestro arte por encima del de alguien más. Pero como dije anteriormente, nos
estábamos quedando sin terreno de juego y la libertad cada vez se volvía menos
frecuente.
Pasaron varios días hasta que por fin acepte
acompañar a Marcos al mural, después de todo, yo también estaba empezando a aburrirme
las últimas semanas, “es solo un dibujo en la pared, lo hemos hecho un millón
de veces antes ¿Qué puede salir mal solo por esta vez?” me dije a mí mismo.
Grave error de nuestra parte.
Si aquella
imagen ya lograba por si misma producirme un estado terror durante el día,
imagínense mi impresión cuando por fin pude verla a luz de la luna.
Sin duda algo andaba mal esa noche, había algo en
ese lugar que no me dejaba estar tranquilo, solo con ver ese mural, sabía que
teníamos que irnos de ahí, que estábamos retando fuerzas que iban más allá de
la rebeldía juvenil.
Si tan solo hubiera detenido la mano que Marcos
tenia apoyada sobre la pared, pero estaba tan petrificado que apenas pude
lograr que las palabras “No lo hagas” salieran de mi boca.
Pero ya era muy tarde, una de las caras de payaso
cuya boca se encontraba abierta, comenzó a abrirse más y más, al principio
pensé que solo se trataba de una ilusión o un sueño, quizás, pero me di cuenta
que no podía serlo, porque aquel espectáculo infernal no se detuvo ahí, dientes
afilados comenzaron a salir de alrededor de los labios y estos comenzaron girar
sobre si mismos, como un gran desfile de cierras eléctricas, los ojos del
rostro empezaron a brillar como dos grandes faros de color azul eléctrico, no
escuche ningún sonido proveniente de la imagen, solo vi como la mano de Marcos
comenzó a hundirse a través de la pared, como si esa boca gigante aspirara toda
su existencia de este mundo, con una fuerza antinatural, el siguiente recuerdo
que tengo es el de Marcos dentro de la boca, haciéndome muecas como las que
hace alguien a punto de ahogarse, de pronto, me quede solo en la calle, todo
ocurrió en cuestión de segundos pero para mí fue como si cada segundo hubiera
pasado alrededor de un año.
Salí de ahí tan rápido como pude, llegue a mi casa
con tanto estruendo que hice que todos despertaran al poco rato, pero solo me
encontraron a mí, llorando y gritando de desesperación en mí cuarto.
¿Qué podía decir? Nadie me creería, estaba
completamente solo esta vez. Revele mis actividades nocturnas y les dije que
esa noche una pandilla de criminales nos encontró a ambos, uno de ellos disparo
sin querer y fue Marcos quien recibió la marca, yo lo único que hice fue correr
y dejarlo solo por su cuenta, como un maldito cobarde. Esta sería la versión de
los hechos que contaría durante el resto de mi vida, la repetí una infinidad de
veces a la policía, a mis padres, los padres de Marcos, nuestros amigos y
profesores, lo repetí tanto que incluso intente empezar a creer en mi propia
mentira, pero esto era imposible, nada en el mundo podía reemplazar las
imágenes que vi esa noche.
Todos me creyeron sobre la muerte de Marcos, aunque
nunca encontraron un cuerpo que lo comprobara, todos lo dieron por muerto y es
muy probable que lo este, solo que no por las razones que les explique a los
demás, jamás volví a hacer un graffiti en toda mi vida y he evitado a toda
costa volver pasar por el mural de los payasos.
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